Después de disfrutar del sol, de todos sus beneficios y ventajas, toca evaluar los daños colaterales. La acumulación de exposiciones al sol deja huella en la piel, poca o mucha, dependiendo de las precauciones tomadas. No olvidemos que la piel tiene memoria y tarde o temprano, las manchitas aparecen en las zonas más expuestas: cara, cuello, escote y manos. Y además veremos que las que ya teníamos tienen más color. Da igual de que tipo sean.
- Las que aparecen con los cambios hormonales (melasma)
- Las que son de los años que llevamos en el planeta ( léntigos).
- Las que salen por usar perfumes con alcohol.
- Las que aparecen por tomar medicamentos fotosensibles o por depilarse con cera.
Cuanto antes empecemos a luchar contra ellas más eficaz será el tratamiento.
Según las estadísticas, a nivel europeo, una de cada tres mujeres mayores de 40 años tiene hiperpigmentación. Este porcentaje asciende hasta el 90% en mujeres de más de cincuenta años.
Lo primero y, aunque el sol tenga menos fuerza, debemos darnos todas las mañanas un solar (SPF 30 o 50+) encima de la hidratante. Esta rutina es para todo el año y, a ser posible, a la noche usaremos una despigmentante que vaya rebajando la melanina acumulada. La constancia es la madre de la eficacia, no existen milagros y los resultados no son instantáneos por lo que hay que tomárselo en serio.
Una vez a la semana recurriremos a un gran aliado, la exfoliacción. Eliminar las células muertas facilita el tratamiento y afina la piel.
Esta exfoliante de Lierac con Arcilla blanca, extractos de flores de malva, bolitas de jojoba y extracto de flor de lino, es un placer para todos los tipos de piel, incluso las más sensibles.
Si tenemos piel grasa o ligeramente grasa y necesita más limpieza, la aplicaremos dos veces a la semana.
Una piel limpia es una piel bonita, pero además estaremos facilitando el siguiente paso: la despigmentación.