El balcón de Ethel

Entra el sol hasta la almohada, calentándome la cara e invitándome a salir a mi balcón. Me siento una afortunada, aunque, es muy estrecho, me permite «adentrarme» en la calle. Una bocanada de aire fresco, envolvente, y regenerador, me provoca una sonrisa; sobre todo, por la cantidad de pajaritos que cantan y danzan, de un tejado a otro. De ventana en ventana, sintiéndose los verdaderos dueños.

En el apartamento de al lado vive Sandra. ¡Otro regalo del cielo en plena cuarentena!. En un edificio de tres alturas, con sólo tres apartamentos ocupados, ¡es una auténtica suerte tener una vecina!.

Su balcón, nos separa algo más del metro y medio que mandan los cánones, así que, empezamos tomando un té y seguimos… acompañándonos en la comida cuando el tiempo meteorológico, nos lo permite.