La noche de la intervención duermo diez horas, como un bebé, y me despierto ¡ con menos dolor que cualquier día normal ! con lo que me siento muy satisfecha, eso sí, ¡ coja ! Al tener los dos pies vendados empiezan las dificultades para asearme. ¡ Huf !… ahora comprendo mejor las dificultades que tienen las personas con poca movilidad. ¡debo dejarme ayudar y mimar! Eso hago. ¡ Buen desayuno con el antibiótico y el antiinflamatorio !
Toca ponerse con las piernas estiradas, coloco a mi lado el periódico, el libro, revistas teléfono, mando de tele y las gafas de leer. Tengo mucho que leer atrasado, voy a aprovechar y ponerme al día.
Me muevo por la casa sentada en la silla de escritorio, ¡que grande se me hace la casa!. Pero aguanto muy poco sentada. Mi mejor postura es con las piernas estiradas, así que, delante del ordenador ¡ casi nada ! Mientras como también pongo las piernas encima de otra silla. Cuesta un poco hacer el aseo diario ¡que sudores! lavarse los dientes o limpiarse la cara, algo tan simple se vuelve complicado, pero voy superando obstáculos. No se pueden mojar los pies por lo que los primeros días me aseo por partes, pero llega el momento «ducha» una bolsa en cada pie con esparadrapo de tela y encima papel film (de alimentos), bien envueltos, con ayuda inestimable, me meto en la ducha… ¡el agua hace maravillas!… ¡prueba superada!
Al cabo de unos días dejo la silla y empiezo a moverme apoyada en los marcos de las puertas, en las esquinas, en lo que se puede. Duermo fenomenal, no tengo dolor, hago ejercicios cada poco moviendo los pies en circulo, estirando, moviendo los dedos lo que puedo y también ejercicios para la espalda y para activar la circulación, que hago sentada y tumbada…. ¡ Hay que seguir en forma !
Tengo todo calculado, me levanto, me aseo, me arreglo … no he dejado de hacerlo ningún día, aunque me cueste un montón de tiempo. Los días se hacen largos. ¡ Tengo que animarme !
Continuará…